>ACTUACIÓN Y COMPETENCIA

Texto escrito para la exposición individual en el CTB, 2013.

  

 

  La obra de Juan López enfrenta al espectador ante su propia existencia y supone una injerencia en ella. Por ello, su mensaje se repite mediante puntos de vista del objeto artístico sesgados, como es, a fin de cuentas, la parte de realidad que damos a conocer a los otros y se complementa mediante materiales que causan muchas veces una interferencia y que, paradójicamente, descubren las realidades que escondemos a los otros. Estos artefactos de Juan López precisan de un espectador activo que se enfrente a la obra de manera que cree una ficción dialógica desarrollada en las necesarias preguntas que se irá haciendo durante su contemplación y, seguramente, mucho tiempo después.

 

  Yo. Los otros y yo, por lo tanto, es el punto de partida de las creaciones de Juan López. De este modo, el mensaje se mueve entre el impulso de comunicación para formar parte del grupo y, a la vez, la necesidad de reafirmar la individualidad; entre la comunicación y la soledad; entre la pasividad y la reflexión o entre la esperanza y la distopía. Como le sucede al espectador mismo.

 

  Formalmente, en la construcción de estas instalaciones observamos diferentes procesos creativos, siempre plasmados en el resultado final. Desde el juego de ausencias (Días indolentes, Mantra espectador) al de la construcción lógico-afectiva (Punishment); desde la construcción rítmica y pleonástica (Distopía) a la metonimia (Mantra); desde la construcción progresiva (Dystopian Landscape) a la no progresiva (Mantra espectador) o a la desnudez del proceso en sí mismo (Error. There is no path to follow).

 

  La esfera de representación de la obra se presenta a menudo con un motivo nuclear o foco y varios motivos secundarios o complementos, como podemos observar en Dystopian Landscape y en There is no path to follow. Los sonidos pretendidamente onomatopéyicos (Distopía doméstica) se convierten al escucharlos con atención en una cadencia “nonsense” que martillea y remarca la artificiosidad de la propia vida. Los artefactos de Juan López se construyen, asimismo, mediante pausas que condicionan el tono lento e íntimo de la observación (There is no path to follow) y mediante la ruptura de la aparente calma que se logra con juegos de encabalgamientos (Distopía) que provocan una concatenación de episodios identificables con las propias experiencias del espectador.

 

  Son varios los motivos que se reparten de manera diseminada, sin orden aparente, a lo largo de las obras. Lo reiterado se convierte, de esta forma, en un hilo conductor sobre el cual giran dichos objetos artísticos. Así el espectador hallará peces (seres sin memoria), tierra (anhelos de propiedad y muerte), soportes en que prevalece el contenido (focos o motivos nucleares: serigrafías, mensajes orales, vídeos) y soportes en que prevalece la forma (complementos o motivos secundarios: música, ruido, luces, aparatos pretendidamente anacrónicos como teléfonos). Motivos todos que quedan grabados en la mente del espectador y que invitan a la reflexión en soledad. Porque la repetición en Juan López sigue la idea de  Kierkegaard: “(…) la repetición viene a expresar de un modo decisivo lo que la reminiscencia representaba para los griegos. De la misma manera que éstos enseñaban que todo conocimiento era una reminiscencia, así también la nueva filosofía enseñará que toda la vida es una repetición (…) Repetición y recuerdo constituyen el mismo movimiento, pero en sentido contrario. Porque lo que se recuerda es algo que fue, y en cuanto tal se repite en sentido retroactivo”.1 Dicha repetición entronca con la huella de Edgar Degas, a quien le permitía representar modificaciones con contenidos temporales del sujeto en la luz y el movimiento; de Brancusi en su columna infinita –hoy un icono, un símbolo y un arquetipo del arte contemporáneo- con la que experimentó la posibilidad de repetición justamente “ad infinitum; o en la obra de Lucien Freud ya que la repetición de la línea le sirve para llegar a un contorno vibrante. La misma idea de la repetición la se halla en Borges que concibió un tipo de laberinto que no sólo tuviera la cualidad de ser un espacio construido para perderse, sino uno que se perdiera, literalmente: “En el laberinto hay algo muy curioso, porque la idea de perderse no es rara, pero la idea de un edificio construido para que la gente se pierda, es una idea rara. La idea de construir un edificio de una arquitectura cuyo fin sea que se pierda la gente o que se pierda el lector, es una idea rara, por eso sigo siempre volviendo al laberinto.”2 Idea también asimilada de Octavio Paz en su poema “Repeticiones”: (…) “camino andado/camino desandado”3 (…)

 

  El espectador de la obra de Juan López comienza no reconociéndose ante un objeto que le resulta ajeno y que ha de observar, como mínimo, a través de dos perspectivas. Exteriormente el objeto resulta frío y no llama a la interacción; sin embargo, interiormente, el objeto transmite un mensaje cuya nitidez es obstaculizada a menudo por interferencias que nos exigen mayor y mejor atención. La obra de Juan López se carga de significado debido a los juegos conceptuales ejemplificados en la hipérbole (Todas las liberaciones), la metáfora (Dystopian Landscape), la polisemia (There is no path to follow) y, la mayor parte de las veces, en la ironía(Punishment, Todas las liberaciones y Mantra espectador). Una vez recibido el mensaje, este queda aprehendido en el espectador produciendo una lenta identificación con nuestra propia experiencia. Es, en este sentido, donde la obra resulta catártica, ya que ayuda a extraer –para su posterior análisis- miedos y anhelos que se tienen en lo más oculto del yo: ¿Somos tan diferentes a los otros? ¿Son nuestros sueños tan imposibles? ¿Podemos crear? ¿Podemos crear vida? ¿Queremos?, es decir, ¿amamos?

 

  El espectador se ve obligado a aislarse físicamente ante el objeto artístico, de manera que este se muestre único en la sala. La interacción ha de ser total: vista, oído, tacto y, muchas veces, olfato. La situación, el tamaño, la iluminación, el color, el material provocan la sensación de extrañamiento. El espectador es, pues, en un primer momento, un demiurgo, observador ajeno y lejano. Como ser superior se siente decidido a observar el otro lado: entra. Escucha. Ha caído. Ahora el espectador se ha convertido en observado: es el objeto. Ya forma parte de Dystopian Landscape; ya identifica los Días indolentes con su pasado, o presente; ya siente vértigo ante el movimiento en There is no path to follow. Cuando abandona el objeto, una parte de su pudor ha quedado en forma de suspiro en el micrófono del teléfono anacrónico. Los errores han sido puestos al descubierto. El espectador duda de nuevo: ¿se ha dado cuenta alguien?

 

  Ante la obra de Juan López, el espectador ha de ser activo ya que, muchas veces, se sentirá apostrofado (Todas las liberaciones, Días indolentes, Mantra espectador, Punishment) y contará con el adyuvante de textos que reforzarán la actitud reflexiva necesaria para la comprensión completa. Las reflexiones de Juan López parten de la lectura reflexiva de clásicos contemporáneos. La influencia de pensadores como Baudrillard, Marcuse y Ranciere o de poetas como Ashbery se deja ver de manera explícita en varias de sus obras. Así, la identificación del pensamiento con la obra se escalona desde el espectador, pasando por el artista, hasta llegar, en último lugar, a la reflexión de la lectura del autor que provocó el artefacto artístico. Se encontrará, en ese momento, el espectador ante dos caminos: podrá obviar el objeto, esconder su pudor y continuar volcado en la estulticia o, por el contrario, podrá mirar a su alrededor y sentirse observado por los otros, acercarse, profundizar en ellos y entrar a formar parte de esa colectividad, activamente. Tercera duda: ¿Somos seres sociales o meros espectadores de la realidad?

 

  La obra de Juan López, así pues, propone una bajada a los infiernos. La caída en las peores sensaciones, y sentimientos incluso, es necesaria. Una vez se haya tocado fondo, no se estará solo. Se habrá descubierto que el interior más oculto, los miedos, son semejantes a los de los seres repetidos que pueblan los objetos de nuestro artista. Si el espectador se esfuerza –si lee, escucha, reflexiona y habla- todavía podrá reemplazar su existencia. La obra de Juan López consigue “introducir entre la obra y el espectador la paradoja de lo inanticipado, de lo no garantizado, de lo que altere las maneras de ver, de sentir, y de decir”4. Porque estas obras no ruegan ni piden ni, mucho menos, aconsejan. Estas obras nos reprochan nuestra propia existencia.

A fin de cuentas, ¿no es el arte, todavía, un arma cargada de futuro?

 

 

 

1  Kierkegaard, Soren. La Repetición. Alianza Editorial. Madrid. 2009.

2  Anales de la literatura hispanoamericana. Número 20. Ed. Univ. Complutense. Madrid. 1991.

3  Octavio Paz: Obras completas. Galaxia Guttemberg. Madrid. 2006.

4  Ranciere: El espectador emancipado. Ellago Eds. Castellón. 2010